martes, 5 de julio de 2016

Mi primer y segundo trimestre de embarazo.

Después de haberme enterado que estoy embarazada, una avalancha de cambios se suscitaron en mi persona, física y emocionalmente.
Es verdad que el primer trimestre estuvo un poco apagado en cuanto a mi ánimo, ya que en muchas ocasiones me sentía cansada, mareada, con algunas náuseas causadas por los olores más remotos que me llegaban como si los tuviera en frente de la nariz. Me paseaba con un trapito perfumado de vervena todo el tiempo y cuando sentía que las náuseas iban a llegar a causa de un olor sacaba el trapito y lo olía, como una adicta. Pero me funcionó de maravilla.
Por las mañanas me levantaba como si estuviera cruda (En cuanto no tomaba ni una gota de alcohol) y lo único que quería era beber mi te de jengibre, comer una fruta y acostarme (Era lo único que no me mareaba)
A todo esto, la felicidad de las ecografías y haber visto a nuestra pequeña semillita dentro de mí hacía que todos esos malestares se me olvidaran.

No sabía su sexo, y soñaba con que tenía en mis brazos un bebé de cabello negro el cual no quería soltar y no paraba de besar. Le hablaba y le contaba lo que comíamos, a dónde íbamos. Hasta si no me escuchaba, si no sabía quién soy, le hablé desde el primer momento en que supe que estaba dentro de mí.
Seguí su crecimiento cada semana, emocionada y ansiosa por saber cuál era su tamaño, cómo se estaba desarrollando y compartía todo esto con mi esposo que me escuchaba atento.

Alrededor del mes de mayo mi vientre comenzó a abultarse y a ponerse redondo, las naúseas y esos malestares habían disminuido hasta casi desaparecer y tenía una energía increíble. Sentía ganas de hacer muchas cosas, y en la medida de lo posible las hacía. Horneaba postres, cocinaba, limpiaba y redecoraba la casa y me sentaba horas en internet para ver cositas de bebé.

Cuando supimos que es un niño, fue una alegría enorme, y sonará muy trillado, pero dentro de mí sentía que iba a tener un hombrecito. Confieso que a partir de este momento mi visión hacia la vida cambió muchísimo. Dicen que nunca comprendemos la vida hasta que la llevamos dentro. Recuerdo que le cantaba y le hablaba y comenzó ahí la búsqueda de su nombre.

Los movimientos dentro del vientre son experiencias extraordinarias y únicas, difíciles de explicar; son un motivo para sonreír, para imaginar cómo será su rostro, el color de sus ojos, su cabello, su voz. ¿Cómo se puede sentir tanto amor por un ser con tan poco tiempo de vida?

No sé cómo sucede, pero ya amo inmensamente a mi hijo y soy una mujer feliz de poder portar la vida de un bebé hecho con mucho amor.